Las Mujeres Estrellas (Chaco, Argentina) nacen de una pregunta: cómo conjugar tres identidades aparentemente en pugna (ser mujer, indígena y cristiana). Ante la imposibilidad afirmada desde las instituciones, ellas integran, reflexionan y ofrecen nuevas interpretaciones que hacen posible el cruce entre religión, feminismos y ancestralidad. En ese «entre», encuentran el lugar propicio para sus vidas y las de muchas otras; para sus experiencias y trayectorias, habitando una fe que no las culpabilice.
Reportaje: Eloísa Oliva con colaboración de Agustina Juárez
Fotografías: Natalia Roca
“Yo soy de cuna evangélica, entonces nunca me cuestioné, nunca pregunté nada, siempre todo lo que decían era así, yo lo aceptaba”, cuenta Claudia en esta mañana inusualmente fría, en el espacio común de una casa que comparte con sus cuatro hijos y su marido en las afueras de Resistencia, Chaco (Argentina).
“En el 2009, iba a una iglesia en la que todo era pecado: usar pantalón era pecado, pintarse era pecado, todo era pecado. Usar arito, anillos que no sean la alianza. Entonces empecé a sentir que había algo que estaba mal en todo eso; decían que la mujer estaba solamente para tener hijos y obedecer al marido, que tenía que agachar la cabeza, y yo decía: no, esto no puede ser, esto es violencia, es violencia psicológica”, sigue.
“Y ahí empezó todo un proceso, que yo siento que lo viví sola”, se le quiebra la voz volviendo a pasar por el cuerpo su historia. “Algún día lo voy a contar sin llorar, pero todavía creo que no puedo. Quizás no fue mucho tiempo el que estuve en esa iglesia, pero para mí fue muy doloroso. Me sentí muy sola, sentí que nadie estaba conmigo”.
Un día, en ese tiempo en que dejó de ir a la iglesia, el pastor fue a su casa. Hacía poco había muerto su padre y estaba embarazada de su tercera hija. Esa vez le contó al pastor todo lo que pensaba y él le dijo que era una rebelde. También, como Claudia quería ligarse las trompas, él le advirtió que, si lo hacía, se iba “a hacer prostituta”, que tenía que tener todos los hijos que Dios le mande.
“En ese momento yo tenía 27, 28 años, así que podía llegar a tener quince hijos”, cuenta Claudia. Le reclamó al pastor: “¿usted sabe cómo vivimos?, ¿sabe si comemos, si no comemos, si hay comida para mis hijos? No, porque no hay trabajo, porque el papá consigue changas y uno no puede, no alcanza”.
Otras veces la visitaba una hermana de la iglesia. Claudia le pidió que no fuera más, le dijo que ella se iba a levantar sola, y le contó: “Todos los días cuando estoy en mi pieza, cuando no está el papá de mis hijos, cuando no están los chicos, yo canto, porque a mí me gusta cantar, yo canto y oro y le pido a Dios que me de fuerzas, y yo sé que el día que él me diga ‘hoy te levanto’ va a llegar. Porque dios tampoco deja caído al justo”, nos cuenta ahora a nosotras también, con su voz musical.
Hoy sabe que la colonización y la evangelización calan tan profundo que ella nunca se había atrevido a pensar, a hacer preguntas. Hacerlas fue fruto de un proceso que nació del dolor de sentirse expulsada, y que todo tomó forma cuando empezó a conocer a otras.
Mujeres Estrellas
En 2018, Claudia empezó a hablar con otras personas de ese proceso que llevó “durante años acá”, dice señalándose el pecho. “Esa iglesia de la que hablaba al principio hizo que yo dejara de ir, pero no que dejara de querer ir a alguna iglesia”, cuenta. Hablando con las compañeras de la organización Magdalenas, también de Chaco, se sintió acompañada, conoció a mujeres que habían tenido experiencias similares.
En 2019, como resultado de ese salir del dolor interior, nace Mujeres Estrellas, Alpi Huaquaañepi en qom, nombre que tomaron de un relato que dice que las mujeres descienden del cielo. Entonces comenzaron la tarea de hablar, intercambiar, pensar. “Primero hacíamos reuniones de fortalecimiento interno, ya sea acá o por ahí en la casa de otra compañera en Fontana (localidad cercana a Resistencia) o en un punto medio en el centro. Con el tiempo, se fueron sumando varias compañeras”.
Se afianzaron sobre todo en 2020, en pandemia, haciendo actividades virtuales. Empezaron a conversar sobre la violencia de género, la interrupción voluntaria del embarazo, la violencia en los ámbitos de fe. Fue en esa época cuando Anabella, hija mayor de Claudia y que hoy está en la universidad, se sumó al grupo.
Al igual que su madre, Anabella vivió la expulsión que generaba preguntar o cuestionar. Y, como su madre, tampoco quiso abandonar la fe. Dejar de ir a la iglesia, explica ella, trae aparejados sentimientos de culpa, de ambigüedad: “Quiero ir a la iglesia, pero me siento mal por muchos temas, como la situación de las mujeres; o, si estoy de acuerdo con el aborto, puede parecer incompatible”, ejemplifica.
La iniciativa de las Mujeres Estrellas para contrarrestar ese sentimiento, para integrar visiones y sentires alrededor de la fe, fue hacer talleres de interpretación de la Biblia. Volvieron a leer los textos para ver qué decían.
“Es que hay que leer, porque vas a la iglesia y está el pastor y él dice: Bueno, la palabra de Dios dice así. Y hay muchas cosas que se toman literal. Y entonces, pensás, pero es su interpretación, quizás yo tenga otra, ¿por qué la de él es válida y la mía no?”, resume Claudia.
Otra de sus iniciativas fue preguntarse por las mujeres en la Biblia. Hicieron un folleto en el que hablan sobre ellas, reflexionando sobre sus enseñanzas, y lo tradujeron al qom, más como una reivindicación porque hoy poca gente lo habla, sobre todo en la zona urbana.
“Yo fui mucho tiempo a la iglesia, y teníamos nuestras reuniones de jóvenes y siempre la premisa era: Tenés que ser como Salomón, como David, como Moisés, como José, todos hombres. ¿Y las mujeres? Las mujeres nunca estaban. Cuando empezamos este fortalecimiento interno, yo traje estas inquietudes, porque era algo que no le podía preguntar a los líderes de la iglesia a la que iba”, relata Anabella. “Entonces, empezar con Mujeres Estrellas fue como redescubrir la Biblia, porque hasta el momento yo había tenido solo lo que me enseñaban en la iglesia”.
Esos folletos les sirvieron para abrir, para conversar, para invitar a pensar. Son breves, condensan mucho, y son bilingües. Tomando algunos, Claudia nos lee: “Acá, en castellano dice ‘No pienses como yo, pero respeta que yo piense diferente’. Y acá: ‘Todas nosotras merecemos ser respetadas y vivir una vida libre’. Este: ‘Podemos decidir cuántos hijos queremos tener y en qué momento tenerlos; para ello tenemos derecho a que nos informen sobre las formas de cuidado’. Tomamos como referencia a las grandes mujeres de la Biblia, como Rahab, Sara, María Magdalena, Agar. Y en este último queremos poner: ‘Es tiempo de aprender nuevas cosas para que la humanidad se despierte y las personas se traten como hermanas”.
Mujeres de su tiempo
Cuando en Argentina la “marea verde”1 llegó a todas partes, a muchas jóvenes como Anabella se les armó un gran lío: “En ese momento, yo tuve una confusión en mi cabeza, porque sentía que estaba errada en el cristianismo, errada en mi pensamiento, estaba errada por todos lados y no sabía cómo seguir”.
“Al principio era provida, porque la iglesia era provida, pensaba todo eso de ‘estás matando un nene’. Después escuché un montón de otros pensamientos y los llevé a la iglesia. Empecé a preguntar por qué estaba mal esto o aquello, por qué decían lo que decían. Porque escuchando yo me convencí de que no me tenía que meter en la vida de nadie. Por ejemplo, yo antes no sabía (porque no se hablaba) del aborto clandestino. Bueno, y ahí supe que hay un montón de chicas que toman esa decisión por razones que desconozco. Y si tomaron, esa decisión será por algo. En la iglesia empezaron a señalarme como la oveja negra, por los cuestionamientos que llevaba”.
En cuanto al derecho a la salud de las mujeres, cuentan que en algunas iglesias se comparte algo de información, pero el problema involucra otras dimensiones. “En algunas iglesias enseñan que la mujer tiene que cuidarse, planificar los hijos, en qué momentos tenerlos y todo. Pero también es importante el acceso a la salud, por ejemplo, hay tiempos que no mandan los anticonceptivos, entonces ahí ya es otro problema, porque las mujeres de bajos recursos acá, ¿cómo hacen si en el centro de salud no tienen pastillas?”, se pregunta Claudia. La preocupación no es menor: el Gran Resistencia es una de las áreas metropolitanas más pobres de Argentina, alcanzando el 76,2 por ciento de pobreza e indigencia2.
Además, Chaco es la provincia con mayor población de indígenas qom3, más una gran población wichí y moqoit/ mocoví. Anabella le agrega justamente esa dimensión racial, étnico-cultural al asunto: “Se dice que las mujeres qom, o las mujeres aborígenes no abortan, porque respetan la vida y no sé qué más. Creo que es un pensamiento colonizador, porque leyendo te das cuenta que las mujeres a lo largo de la historia dicen, por ejemplo, que no tienen hijos ‘para no traerlos a sufrir al mundo’, porque habían llegado los colonizadores y había matanzas, entonces las mujeres abortaban, preferían no tener hijos, porque sabían lo que les esperaba”.
Claudia suma: “a nosotros nos enseñaron mucho y siempre nos transmitieron que, por ejemplo, cuando la mujer estaba embarazada se la cuidaba mucho, porque al dar vida también se la respetaba. El marido, por ejemplo, no podía cazar ciertos animales. Pero hoy en día decir que la mujer originaria no aborta porque respeta la vida, no sería muy correcto. Porque también las abuelas ya te hablaban de plantas abortivas y de anticonceptivos naturales. Entonces entiendo que si te muestran una planta abortiva por algo es”.
Como planes a futuro, las Mujeres Estrella piensan hacer un retiro, para poder conversar y darse tiempo de encontrarse con otras mujeres de la zona. Otro proyecto es la edición de un compilado de historias de los tránsitos de personas de la comunidad LGBTIQ+ por las iglesias.
Ese compilado de historias nace de la experiencia de personas cercanas a Anabella: el conflicto de la expulsión y, después, la vivencia de que la propia identidad y la fe entran en pugna.
Napalpí4 y la memoria ancestral
Son mujeres, son cristianas, son indígenas. Habitan y transitan espacios educativos. Claudia, como profesora de Cultura y Lenguas Originarias; Anabella, como alumna de la carrera de Ciencias de la Educación. Ese ámbito ejemplar de la normalización las lleva a reflexionar varias cosas. Así como alguna vez una pastora le dijo a Claudia que la ancestralidad qom era “cosa del diablo”, en las aulas, Anabella ha escuchado profesores referirse a “indios ignorantes”, o relatos conciliadores e inexactos sobre la llegada de Colón a América.
También, han escuchado brutalidades que se generalizan y se pretenden normalizar como “culturales”. Por ejemplo, el caso de los abusos sexuales hacia niñas indígenas. “¿Pasan? Sí, pasan, como en los ámbitos de los criollos. ¿Son culturales? No, son un delito, y hay que denunciarlos”, afirma Claudia, con claridad.
Sin embargo, para ellas siempre hay espacio para habitar y construir. Tanto en la fe, como en la docencia y el alumnado. Sin parar de señalar, de generar extrañeza cuando hace falta. De marcar las estigmatizaciones, los absurdos incrustados en la cotidianeidad. Claudia relata que, por ejemplo, sus alumnos de profesorado a veces dicen “me salió el indio de adentro”, y ella les replica: “qué sería si yo digo ‘me salió el criollo de adentro”. “¿A qué hacen referencia con eso? ¿A lo salvaje? Entonces, es racismo. Hay que aprender a sacar esas frases, a ver desde un enfoque intercultural, y la verdadera interculturalidad se da cuando una no cree que su cultura sea mejor o superior que otra», concluye.
Chaco, por ley, tiene Educación Bilingüe Intercultural, lo cual les permite recuperar algo, perdido incluso entre quienes pertenecen a las culturas qom, moqoit o wichi (las tres lenguas incorporadas como oficiales en la provincia). “Ya nos habíamos adaptado”, dicen, “ya dejamos de hablar nuestro idioma y ahora estamos tratando de rescatar algunas cosas que todavía se pueden recuperar”.
Anabella recuerda a sus abuelos, cómo decían que alguien aguantó en el sistema educativo. “Aguantó hasta tercer grado”, o “aguantó un poco más, hasta sexto”. Aguantar: la imposición de una lengua, de una cultura, de una forma de existir. Aguantar el racismo. “Hace poco me di cuenta: creen que no somos persona”, comparte Anabella, todavía shockeada por esta revelación.
Como parte de las políticas de reparación, en Chaco, la palabra Napalpí ya no puede serle indiferente a nadie. “La sentencia dice que se tiene que dar la masacre en las escuelas, en la currícula escolar”, cuenta Claudia.
¿Qué fue, qué es Napalpí? Una reducción ubicada en el norte de la provincia, parte de un sistema que confinó a la población indígena sobreviviente a las campañas de exterminio en campos de trabajo forzado. La reducción funcionó entre 1911 y 1956. En julio de 1924, la población de Napalpí estaba en huelga por las malas condiciones en las que vivían y trabajaban. El 19 de ese mes, un centenar de policías, gendarmes y colonos ingresaron a la reducción y fusilaron a unas 400 personas. La justicia llegó recién 98 años después, en mayo de 2022, en el marco de un Juicio por la Verdad.
“Yo desde el 2019 doy clases en un instituto de Educación Superior. Todos se asombraban de lo que fue la masacre porque nadie sabía. Cuando les conté que se iba a hacer el juicio, me preguntaban ¿para qué si ya no están más los que hicieron eso? Es un Juicio por la Verdad, les contaba yo, así como está el Memoria, Verdad y Justicia, nosotros también lo queremos. Fue una masacre y eso no se visibiliza. Entonces tiene que haber un Juicio, porque tienen que saber lo que pasó, y tiene que ser por la Verdad, para que se pueda contar nuestra verdad, porque siempre se contó la historia del vencedor, y se contó como se quiso”, comparte Claudia.
“Yo reivindico mucho hablar de la masacre de Napalpí. Hubo otras también, como la de Rincón Bomba, en Formosa. Además, en el juicio por Napalpí estos crímenes fueron declarados crímenes de lesa humanidad. Es muy importante contar esa historia, reivindicarla, porque pasó”, agrega. Para cerrar, nos deja este pensamiento: “Una de las cosas que también me llega mucho es esto que dicen: ‘Ustedes son muy callados, son esto, son muy cerrados’. Yo contesto: Quizás tenga que ver con la historia que tenemos como pueblo, como nación: una historia cargada de sometimiento, de persecución. Algo que me quedó mucho del relato de Melitona Enrique, sobreviviente de Napalpí, es que ella decía que cuando se estaba escapando al monte, la mamá le decía que tenía que guardar silencio, que el silencio la iba a salvar”.
- Marea verde es el nombre por el que se conoce a las masivas marchas y acciones a favor de la Interrupción Legal del Embarazo (ILE) en Argentina, desde 2018 a 2020 especialmente. ↩︎
- https://politikonchaco.com/pobreza-e-indigencia-en-el-gran-resistencia-1-semestre-2024/ ↩︎
- https://www.indec.gob.ar/ftp/cuadros/poblacion/censo2022_poblacion_indigena.pdf ↩︎
- Información sobre Napalpí: https://cenital.com/masacre-de-napalpi-los-cuervos-no-volaron-una-semana/ https://www.argentina.gob.ar/noticias/masacre-de-napalpi-la-justicia-federal-de-chaco-considero-que-se-trato-de-crimenes-de-lesa ↩︎