Silvia Federici es socióloga y filósofa, profesora y activista feminista. La invitamos a conversar sobre la importancia de los feminismos populares y el poder de lo colectivo como práctica y horizonte político. Silvia nos dejó una reflexión imperdible en el marco de las celebraciones por los 15 años del Fondo de Mujeres del Sur.
“En primer lugar, quiero agradecer la invitación para hablar de feminismos populares y de la construcción de entramados comunitarios, que ha sido el centro de mi trabajo por muchos años y que también es la temática de tantas compañeras en varias partes del mundo.
Para nosotras, ha sido muy inspirador el trabajo político y las prácticas de los feminismos populares, sobre todo en América Latina. Feminismos que han sido capaces de conectar la lucha para valorizar las actividades que son más importantes para reproducir cada día nuestra vida, como el trabajo del hogar, el cuidado, la cura de los enfermos y, también, la defensa de la naturaleza.
La lucha contra todo lo que destruye, las formas diferentes de destrucción del campo, de los bosques, de las aguas, que hoy es fundamental porque vivimos en una época de gran extensión de la relación capitalista en todo el mundo. Domina, somete todos los aspectos de nuestra vida a la lógica del lucro, a la lógica del mercado. Y está expulsando, como sabemos muy bien, a millones de personas de sus lugares ancestrales.
Está destruyendo la agricultura, con una industrialización muy actualizada en venenos de los fertilizantes y pesticidas, que destruyen nuestro cuerpo, nuestra inmunidad. Como hemos visto con la epidemia del covid-19, que es la última de tantas epidemias que nos dicen algo: vivimos en una sociedad que no puede garantizar nuestra vida, vivimos en una sociedad que nos mata. Porque se habla de covid o se habla de cánceres, y lo que hay es una constante destrucción de la naturaleza, de la tierra, de lo que produce nuestra nutrición.
Y, también, la importancia de los feminismos populares es que han revitalizado prácticas ancestrales, sobre todo indigenistas, que impulsan las relaciones comunitarias. Impulsan una organización comunitaria de la vida social. Muchas veces digo que hemos visto también en los Estados Unidos una indigenización de la política feminista. Porque hoy temáticas que son típicas del sur, como la organización de las mujeres indígenas y campesinas, que se están apropiando también en el norte. Como la comprensión de cuán importante es crear y establecer entramados comunitarios.
Por ejemplo, hemos visto que en tantas áreas periféricas de las grandes ciudades de América del Sur (Buenos Aires, Brasilia y Ciudad de México), se están creando comunidades alrededor del trabajo colectivo de gente y poblaciones, sobre todo de mujeres expulsadas del campo que, juntando su esfuerzo, crean nuevas comunidades y nuevas formas de reproducción colectiva. Como los huertos, los huertos urbanos, las asambleas vecinales, los comedores populares, que hoy se están imponiendo como forma de vida común.
Todo esto nos ha hecho reflexionar sobre la importancia de la construcción de estos comunes, de estas nuevas formas relación comunal, comunitaria, que son de importancia estratégica hoy en la lucha por un mundo más allá de la lógica capitalista. Un mundo no colonial, un mundo no racista, un mundo no fundado sobre la explotación del trabajo humano, sobre la acumulación de la riqueza en manos privadas.
Qué significa lo comunitario hoy. Bueno, como he dicho, las luchas de los feminismos populares han sido y siguen siendo una continua inspiración en estos sentidos.
Hemos pensado qué puede ser lo comunitario. Poder pensarlo no solo como riqueza a compartir, como relación social, sino como principio de organización de nuestra vida en todos los niveles. Esto es algo que la práctica de los feminismos populares nos ha dado. Cómo pensar lo comunitario como un principio de organización de nuestra vida. Cómo pensar una vida en la cual, a todos los niveles, en cualquier actividad o relación, vivamos de forma colectiva, trabajemos colectivamente, compartamos colectivamente la riqueza natural, la riqueza que producimos, y nos responsabilicemos por la vida de los otros.
Este es un principio fundamental de lo comunitario. El no pensar a nuestra vida de forma aislada, separada de los otros, individual. Cómo se ha construido la sociedad capitalista con la nuclearización de la reproducción social. Con la nuclearización de las familias, de los apartes familiares, los apartes del amor.
Entonces, podemos pensar, por ejemplo, lo comunitario también en la producción del conocimiento. Ya tenemos muchas experiencias porque hemos probado, hemos aprendido de los feminismos populares la importancia de transmitir el conocimiento que se acumula de generación en generación.
Por ejemplo, el conocimiento sobre las semillas. Hemos visto en tantas partes del Caribe, de América Latina, colectivos feministas que construyen bancos de semillas, protegen una gran riqueza genética, para no ser sometidas a los granos transgénicos, que destruyen el cultivo y destruyen nuestro cuerpo. Y la importancia que se da en el feminismo popular a la recuperación, a la reconstrucción de la memoria colectiva. Esta insistencia en conectar el presente al pasado, los que viven con los que mueren. Nuestra lucha es la de los que han luchado y muerto en el pasado. Esta capacidad que tienen las mujeres, los movimientos, que pueden hacerse de los ojos y la voz de los que han muerto, de los que han luchado, para que esa voz no sea silenciada.
Podemos también pensar lo comunitario en la forma de la dicha «justicia». Hoy, la justicia, la manera en la que es administrada en el capitalismo, es una justicia sobre todo punitiva. Es una justicia que se funda sobre la policía y sobre las cárceles. En lo comunitario podemos pensar una forma diferente de aplicar la justicia y aquí también suma todo el aporte de la experiencia que muchos pueblos indígenas han hecho con la justicia restaurativa, y que se ha recuperado en los feminismos populares.
En los Estados Unidos hoy hay un fuerte movimiento abolicionista, que se ha incrementado después del asesinato de muchos jóvenes negros, a partir de George Floyd, pero de muchos otros también. Así se formó este movimiento que pide que se deje de financiar a una policía que te mata, que siempre victimiza a los que ya son victimizados por el sistema social y económico. Y que se pregunta cómo pensar una justicia que no esté basada solo en las cárceles.
Entonces, lo comunitario, en estos años, a partir de la experiencia de los movimientos feministas populares de América Latina, que junta mujeres campesinas, mujeres indígenas, mujeres urbanas; que junta la lucha por el territorio con la lucha por el cuerpo, el concepto de cuerpo-territorio; que dice que no se puede defender el territorio si no se puede defender el cuerpo de la mujer; que no se puede defender la tierra si seguimos adoptando una visión patriarcal del mundo; que hay que valorar el trabajo, la vida, la subjetividad de la mujer, que esto es fundamental para defender la comunidad misma, para defender la tierra misma.
Todo esto lo estamos aprendiendo e intentamos elaborarlo desde nuestra situación. Es algo que para mí ha sido fundamental, las conclusiones a las que hemos llegado en este camino de aprendizajes y reflexión sobre estas experiencias que nos llegan desde el sur. Viendo que estas luchas son las que permiten darnos más fuerzas, más capacidad de resistencia, más capacidad de resistencia frente a esta guerra, que la sociedad capitalista está haciendo: una guerra para desvalorizar más nuestra vida, para acumular más la riqueza social y, sobre todo, para extender el control de la gran corporación capitalista sobre todas las riquezas naturales.
Así que, si tenemos un futuro completamente dominado por la lógica capitalista, va a ser un futuro en el cual las corporaciones mineras, petroleras, agrícolas, las compañías de los combustibles verdes van a controlar todos los recursos naturales. Un futuro en el que no podemos tener accesos directos a la naturaleza, así que somos completamente dependientes, en nuestra vida, en nuestro cuerpo. Entonces, hay una necesidad de recuperar este control, que pasa también por la necesidad de recuperar el poder de tomar decisiones colectivamente.
Nuestra reflexión es que tenemos que construir entramados comunitarios, construir formas de prácticas como las que vemos en los feminismos populares. Es fundamental porque, en primer lugar, nos permite a miles y miles de personas sobrevivir. Frente a la crisis que se ha abierto, de la vida, para la mayoría de la población del mundo, que es fundamentalmente una crisis de la reproducción. El covid ha sido una gran crisis, pero la crisis real precede al covid y sigue al covid, y es una crisis de un sistema que no solamente no reproduce nuestra vida, sino que sigue cortando, sigue robando todo lo que es necesario para nosotras para reproducirnos.
En lo comunitario, juntar nuestras fuerzas, colaborar, cooperar en el trabajo, compartir las riquezas es fundamental para poder sobrevivir. Esto significa que una gran parte de la lucha feminista es también una lucha para recuperar la riqueza que ha sido robada, recuperar la tierra, recuperar el control, los accesos a la riqueza natural y la riqueza social.
En segundo lugar, lo importante de lo comunitario es crear formas de trabajo reproductivo que, como decía antes, nos permitan no estar aisladas, separadas, privatizadas en nuestra vida. La privatización de la vida es tan fea, tan destructiva, como la privatización del campo, de la tierra. Porque una vez que somos aisladas la una de la otra es más fácil derrotarnos. Entonces tenemos que juntarnos en la reproducción de la vida, como vemos que ya se está haciendo en tantos lugares.
Hablaba antes de los comedores populares, de los lugares donde se hacen asambleas, donde se toman decisiones en forma asamblearia, donde se construyen actividades colectivas para garantizar una merienda para los niños, donde se construyen formas colectivas para compartir conocimiento sobre las hierbas, remedios naturales, conocimientos médicos, etc., para compartir y transmitir.
Todas estas actividades son muy importantes, porque nos permiten juntarnos y nos dan la capacidad de resistir. Crean al mismo tiempo entramados afectivos, así que la reproducción de la vida es también el terreno de la construcción de una afectividad, de una confianza de una en la otra que fortalece nuestra capacidad de resistencia.
Así que nuestras comunidades son base de resistencia desde las que podemos negociar con las autoridades, enfrentarlas no de manera aislada, sino con más fuerza. Porque es claro que hoy estamos rodeadas de un mundo capitalista y que entonces debemos negociar, debemos pelear, debemos involucrarnos en conflictos. Es importante la capacidad de no enfrentarnos solas, sino de forma colectiva, con la fuerza que nace colectivizar la manera en la cual nos reproducimos, para decir que no vamos a encontrarnos solamente en la protesta, sino en cada día, en el cotidiano, que esto crea una infraestructura que fortalece nuestra lucha.
Por otra parte, en la importancia de la experimentación de lo comunitario hoy, como ha sido en la historia, está la experimentación de cómo podemos construir una sociedad autónoma, que se funde sobre el autogobierno. Porque esto es algo que hemos aprendido reflexionando sobre las luchas que están actualizando los feminismos populares. Muchos de esos feminismos llegan de una tradición comunitaria de la vida, y por eso tienen ya un conocimiento de lo que significa el autogobierno. Entonces, si vamos a construir otra sociedad necesitamos todo un proceso de aprendizaje sobre cómo vamos a autogobernarnos.
¡El capitalismo nos ha expropiado tantas cosas! Nos ha expropiado la tierra, nos ha expropiado conocimiento y nos ha dado un conocimiento comandado. Nos ha expropiado la riqueza que se produce, pero, al mismo tiempo, nos ha expropiado la capacidad de decidir sobre nuestras vidas, la capacidad de imaginar una vida en la cual tengamos formas de autogobierno.
El ejemplo que tenemos es el de las comunidades indígenas. Una compañera que creo que conocen, Gladys Tzul, de Guatemala, nos ha descripto en un libro muy bueno, muy importante, cómo en su comunidad, la comunidad de Totonicapán en el altiplano de Guatemala, tradicionalmente las formas de gobierno nacen de la reproducción de la vida cotidiana. No hay un Estado que comande la vida. Hay una comunidad que tiene la capacidad de autogobernarse. Pero el autogobierno, las normas que se siguen, son normas que han sido sido formadas para la práctica de la vida cotidiana, para la práctica de la reproducción de la comunidad y para producir la riqueza de la cual la comunidad se nutre.
Creo que los feminismos populares son los que nos están dando los ejemplos de práctica comunitaria, porque son una experimentación acerca de cómo se construye una sociedad capaz de autogobernarse.
Por último, creo que mirando el trabajo que compañeras han hecho y están haciendo en la construcción y la invención de nuevas formas de comunes, desde los comedores populares a las asambleas o los bancos de semillas, empezamos a tocar algo.
Estos feminismos nos han permitido empezar a tocar en el presente la sociedad que queremos construir. Una sociedad libre de toda esta lógica destructiva, toda esta lógica de muerte, que es la lógica de la sociedad capitalista. Nos han hecho comprender que no debemos esperar a un futuro que parece que nunca venir, sino que podemos, a partir del presente, tocar en nuestra vida directamente esta sociedad. Muchas gracias”.