La historia de VUDAS o cómo un grupo de vecinas se plantó ante el corazón del agronegocio

por | Mar 31, 2021 | Defensoras Ambientales, Justicia socioambiental y urbana, Reportajes

Texto: Eloísa Oliva
Edición de imágenes: Natalia Roca

“Hay una foto de Carmen, parada enfrente de un camión cerealero, con el escobillón. Lo paró y nos llamó: ‘¡vengan, vengan, lo tengo parado acá! ¡Apúrense!’. ‘Ya voy’, dice la gringa, ‘no me peiné’. Yo venía filmando, y la gringa, atrás, chancleteando. Carmen con el escobillón con el que había estado limpiando la vereda, la Rosa al lado haciéndole el aguante, poniendo el pecho”.

La que habla es Silvia, de la organización Vecinxs Unidxs por un Ambiente Sano (VUDAS). En el patio de su casa hay gansos y perros. Y un olor extraño, grueso, que ocupa los pulmones a minutos de haber entrado en su órbita. Un olor a fermento, y algo de hospital.

Archivo VUDAS

Estamos en barrio San Antonio, Córdoba, Argentina. Un barrio viejo, que era casi campo y hoy quedó contenido en la retícula urbana. Cruzando circunvalación, por avenida Valparaíso, hacia el sur. A apenas 20 cuadras de la Universidad Nacional, a 30 de la coqueta plaza España. A pocos metros de los countries y barrios cerrados nuevos de la zona sur.

Al lado de la casa de Silvia está la fábrica Porta. Chimeneas industriales, volutas de humo, ruido y luces las 24 horas del día. Los 365 días del año. De ahí viene el olor. “Los días de calor o viento norte es insoportable”, dice Silvia. Después Rosita agregará: “Hoy el humo se ve medio azulado. A veces sale gris; a veces, negro”.

Rosita, Natalia y Mary, con quienes pasamos la tarde, también integran VUDAS. En estas horas compartidas nos van a contar cómo, desde el año 2012, insisten en la Justicia para que declare ilegal la planta de San Antonio, su barrio. Cómo se organizaron para conseguir que su caso no muera en los pasillos, sino que hoy esté en manos de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, máximo tribunal de Argentina.

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Ese año (2012), Porta triplicó su tamaño, precisan ellas, y empezó a producir etanol para fabricar alcohol medicinal y bebidas. También, fabrican vinagre. El etanol se usaría además para biocombustible, algo que las VUDAS vienen reclamando que se investigue a fondo.

En 2009, Al Gore, ex vicepresidente de los Estados Unidos, recibió un Nobel por promover la producción de biocombustibles como opción a los fósiles. Dos años más tarde, él mismo advertía sobre los peligros de esa producción, avizorando que, al usar oleaginosas para producir combustible, se corría, entre otras cosas, el riesgo de aumentar el precio de los alimentos a nivel global. Silvia, acá en barrio San Antonio, lo resume así: “Es un círculo, esto está el corazón del agronegocio”.

¿Cómo funciona ese círculo? Mientras caminamos por el barrio y hacemos lo que ellas llaman “el Tour Tóxico”, nos cuentan. “¿Escuchan? Esos son los silos acopiando maíz”. Es maíz transgénico, aseguran, fumigado con agrotóxicos, que pasan al aire, a los pulmones, y a los riñones. Igual que los compuestos contaminantes para producir el etanol. Cuando damos la vuelta, por el otro lado de la fábrica, salen tres camiones: “Ahí llevan la burlanda, que es el resto de maíz que queda después de destilar el alcohol”. Adónde la llevan, preguntamos. “A los feedlot, con eso alimentan ganado vacuno, porcino, y producen alimento balanceado”.

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Para producir las cantidades industriales de alcohol que produce, las vecinas señalan que Porta además colapsaría los servicios del barrio. Situación que con la pandemia se habría agravado, por la altísima demanda nacional. Las casas nuevas no tienen gas natural porque, les dicen, la presión no alcanza. Se usan cientos de miles de litros de agua por día, que se presume van a parar a las cloacas y a las napas. Y un problema reciente que advierten: el ratón vector de la fiebre hemorrágica argentina, que apareció en algunas casas, llegaría a San Antonio en los camiones cargados de cereales.

En el Congreso de la Nación (Argentina) se discute en estos días una ley de biocombustibles. Fue en ese mismo Congreso donde las mujeres de VUDAS recibieron el 5 de marzo pasado el premio Berta Cáceres por su trayectoria de lucha como defensoras ambientales.

EL TOUR DE LA ORGANIZACIÓN

VUDAS es la organización que impulsaron estas mujeres para denunciar la ilegalidad de la planta de la empresa, que hoy es propiedad de una compañía sueca. Por eso, lo que ellas llaman “Tour Tóxico” podría también llamarse el Tour de la Organización.

Pasamos por una esquina, es la casa de Carmen, la de la foto del principio. Es el primer lugar donde se reunieron. Vamos a la plaza: “Acá pintamos murales, porque nos hartamos de que nos quiten los carteles”. En uno de esos murales se lee el artículo 41 de la Constitución Nacional: “Todos los habitantes gozan del derecho a un ambiente sano, equilibrado, apto para el desarrollo humano y para que las actividades productivas satisfagan las necesidades presentes sin comprometer las de las generaciones futuras; y tienen el deber de preservarlo».

En la plaza está también el Centro Vecinal, ese que disputaron, cuentan, cuando Porta quiso imponer una lista afín a su presencia en el barrio. La lista propiciada por VUDAS ganó con el 80 por ciento de los votos.

Como destaca Silvia, ellas siempre pelearon con las herramientas del sistema. Tanto al disputar espacios de construcción política, fomentando el diálogo y la participación vecinal, como al llevar a la Justicia la denuncia por la ilegalidad de la planta, siguiendo uno a uno los pasos que el propio sistema judicial impone.

Seguimos. Pasamos por atrás de la planta productora, ya es barrio Inaudi. “Acá hicimos relevamiento sanitario, y los resultados fueron iguales, los mismos problemas”, dice Rosita.

Los resultados con los que compara son los de los estudios de genotoxicidad que realizaron junto con una bioquímica, para incorporar como prueba al expediente en la Justicia. Tomaron muestras de orina de diez chicxs que viven en zonas pegadas a la fábrica, y de diez chicxs que viven a ocho cuadras. En ambos casos, en la orina se encontraron sustancias tóxicas como tolueno, xileno, formaldehído, acetona.

Eso mismo está en el aire. “Cuando no hay viento y hay humedad, se estanca el olor. Porque todos esos componentes son mucho más pesados que el oxígeno y lo desplazan. Eso sin hablar del material particulado, que es materia concreta que te entra en los pulmones”, explica Natalia. Las consecuencias las conocen bien: esa falta de oxígeno podría ser la causa del infarto que sufrió Rosita en 2015.

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Matías Spicogna

AMAS DE CASA Y ACTIVISTAS POR UN AMBIENTE SANO

Después del Tour, nos sentamos en el patio de Natalia, debajo de un aguaribay. Estamos a diez cuadras de la fábrica. “Hoy se puede respirar”, dice. “Cuando el día está pesado, acá parece que estuvieras en una panadería”.

Conversamos y miramos fotos viejas, de cuando en San Antonio no había fábricas, del equipo de fútbol femenino que hubo en el barrio hace 40 años. Hablamos de los planes a futuro, de cómo seguirá la causa. Hablamos también del cansancio que trae aparejado. Natalia confiesa: “A nosotras nos pasa algo, y es que, por una cuestión de salud mental, no queremos planificar que en un año vamos a estar luchando como ahora”.

¿Qué esperan? Que la Justicia aplique el “principio precautorio”. Eso quiere decir que la planta en conflicto deje de funcionar, y así de contaminar y dañar a lxs habitantes de San Antonio, antes de que se llegue a la resolución de la causa.

Como en todo proceso de organización, es claro que hay un antes y después, una bisagra en la vida de estas mujeres que un día decidieron ejercer ciudadanía y hacer efectivo su derecho a un ambiente sano. Es claro también que el activismo se hace con el cuerpo y con el tiempo, y con los vínculos, y que no siempre es fácil.

“Dejamos los hogares para salir a la calle. Decí que tenía un compañero que me apoyaba, pero es difícil, perdés mucho la familia, los momentos, el compartir”, cuenta Rosita.

Silvia ilustra: “Son nueve años de reuniones, de ver qué poner en los volantes, de buscar dónde imprimir, de salir con los baldes de engrudo a pegar afiches, que Porta los saque. Un día atrás del otro, dejando la casa, dejando absolutamente todo. ‘Me voy a lo de Rosa, me voy a lo de Mary, me voy apegar carteles’. Las 12 de la noche, la una de la mañana. Una vez, nos convocamos a las cuatro para pintar Fuera Porta. Sí a la vida en la calle, en el puente de la circunvalación. A las seis de la mañana, ya estaba pintado de negro. Y al otro día a trabajar, y la casa llena de papeles y de volantes, por todos lados”.

Natalia destaca que a ella eso es lo que más admiración le provoca de sus compañeras, porque ella viene de la militancia y era esperable que si había un conflicto en la zona se sumara, “pero ellas rompieron con toda una idea sobre quiénes eran y qué tenían que hacer”.

Rosita confiesa que al principio no sabía lo que era bajar el cordón de una vereda, que le daba vergüenza, “ama de casa era, y tuve que aprender”. Mary comparte la vergüenza del principio, y se acuerdan de lo difícil que era entregar volantes en los semáforos, pedir a lx s vecinxs que bajen la ventanilla del auto.

Mientras, la tarde fue cambiando a noche. Podríamos conversar mucho tiempo más, pero es hora de irnos. Nos quedamos con estas palabras de Silvia: “La lucha te saca de yo. En una época en la que el yo es todo, aprendimos a pensar dos veces antes de hacer algo. Yo pienso qué le pasará a la Rosa, o la Mary, o a los hijos de la Mary. Aprendimos el sentido de comunidad. Y al ver otras situaciones, nos damos cuenta de que por lo menos, nosotras nos tenemos. Nos tenemos y no nos limita nada. Estamos sufriendo, nos estamos contaminando, capaz que estamos más enfermxs, pero tenemos muchos recursos para luchar”.

En el camino de vuelta, pasamos otra vez cerca de la planta. Nunca es de noche acá. La luz y el ruido indican la producción sin descanso. El corazón del agronegocio que late y no para. En medio de un barrio que alguna vez fue casi campo, y que hoy quiere volver a respirar.

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Agradecemos a VUDAS la cesión de imágenes para ser usadas en este reportaje. Las fotografías en las que el crédito no está indicado fueron realizadas por Natalia Roca para el Fondo de Mujeres del Sur.